Según estudio realizado por el Observatorio Municipal de Puerto Montt, a lo largo del borde costero de la capital regional, desde Piedra Azula a Caleta La Arena, existe un centenar de artesanas y artesanos de tejidos con lana de oveja. Son parte del patrimonio intangible de la zona.
A medida que uno se aleja de la ciudad y se adentra en el paisaje marítimo de la Carretera Austral, no es difícil encontrar a orillas del camino, o en el patio de sus casas, a estas verdaderas maestras hilanderías que convierten el vellón en lana hilada, o tejedoras elaborando lo que serán futuras alfombras o frazadas confeccionadas con esta noble fibra.
Esta tradición proveniente del Siglo XIX nació por la mezcla del tejidos en telar mapuche con técnicas chilotas. Conocimiento que se ha traspasado de generación en generación y que muchas de estas mujeres alternan con labores propias de la pesca artesanal y que han encontrado en este oficio una fuente importante de ingresos.
En sus hogares lavan, hila, tiñen. Algunas incluso esquilan sus ovejas y obtienen su propia lana. El proceso comienza con la adquisición de los vellones de la lana y su posterior lavado. Luego se hila, y se tiñe mediante cocción junto a hierbas, hojas y raíces que le entregan el color. Posteriormente se lava nuevamente y se deja secar al aire libre. Luego de varios días de secado, al lana se escarmena, se ovilla y queda lista para hacer utilizado en un próximo tejido.
Por Alex Vidal, Revista Visión Acuícola, Enero 2019